Gracias, RENFE – o ADIF

Hoy he viajado a ‘la capital’ para hacer cosas por la mañana.

El primer tren que puedo tomar sale de mi pueblo hacia las 8 de la mañana y el segundo hacia las 8 y media. El siguiente es entre la una y las dos de la tarde. Así que para hacer cosas ‘de oficinas’ solo puedo cogerlo así de temprano. Normalmente tengo que hacer tiempo hasta que abren los comercios que necesito, hacia las 10 de la mañana.

Habiendo únicamente 4 trenes al día para volver a mi pueblo, el primero hacia la ocho de la mañana, que nunca cojo claro, el segundo hacia la una de la tarde, otro hacia las 5 y el ultimo hacia las diez de la noche, si no quiero andar con prisas y agobios desde las doce del mediodía (la estación de tren está a una distancia del centro de la ciudad que sólo beneficia al gremio taxista), tengo que quedarme a comer y coger el tren de las cinco de la tarde.

Hoy reservo pues, mi billete, para las cinco de la tarde.

A las 16:45 llego a la estación y el panel dice que se espera la llegada de mi tren a las 19:35. De vez en cuando la megafonía recuerda este hecho sin mayor novedad.

A las 17:38, sin ningún aviso por megafonía, se ve en el panel que mi tren tiene su llegada prevista a las 17:42. A las 17:40 se avisa por megafonía que mi tren entra en vía 1. Es un aviso que se suele dar uno o dos minutos antes de que llegue el tren. A las 17:41, sin que haya llegado ningún tren a ninguna vía, se avisa por megafonía que mi tren está en vía 1 y está a punto de salir. A las 17:42 la megafonía anuncia que mi tren “va a efectuar su salida”. Pero no hay ningún tren que pueda efectuar nada. A las 17:43 entra un tren , en vía 1, pero este tren es de mercancías. Decenas de vagones vacíos. No hay más trenes.

Mi tren ha desaparecido de los paneles de información cuando dejo de mirar la vía vacía.

Hacia las 18:00 voy a la oficina de renfe. En esta oficina hay dos entradas: venta de billetes e información. No voy a comprar ningún billete así que entro por información.

El mostrador de información está vacío, pero el señor del mostrador de ventas sólo tiene que mover su silla medio metro para poder atenderme puesto que en su espacio no hay ninguna separación. Hay otra empleada en ese mismo mostrador de ventas y varios grupos esperando su turno.

El señor del mostrador – a partir de ahora le llamaré empleado de renfe – me dice que “para renfe se entra por el otro lado”. Le digo que solo quiero información, no comprar un billete, que es para lo que están esperando aproximadamente cinco grupos de personas haciendo cola. El empleado de renfe me ignora y sigue atendiendo a la gente que quiere comprar billetes.

Salgo de la oficina con mi bici, entro por la otra entrada para llegar básicamente al mismo mostrador, esta vez teniendo que sacar un tique de papel que me dice cuál es mi turno, y una señora en la cola comenta su caso y así descubro que también quiere saber qué ha pasado con el tren que ha desaparecido de los paneles, aunque ella va a otra ciudad grande, no a un pueblo como yo.

Cuando por fin le toca a la señora, nos acercamos las dos puesto que es la misma pregunta. Qué ha pasado con el tren que ha desaparecido. El empleado de renfe nos pide que esperemos y cuando vuelve nos dice que ha llamado, pero comunica. Comento que estarán llamando de todas las localidades donde se le espera – esperaba – a este tren y asiente.

Al cabo de un rato el empleado de renfe nos dice que el tren se ha cancelado, que en la misma dirección va otro tren dentro de una hora, creo, pero que a mi con mi bici no se me va a permitir montarme en ese tren, y que tendré que esperar al ultimo tren del día que para en mi pueblo, hacia las diez de la noche.

Se pone a hacer más averiguaciones por teléfono. Con el auricular en la oreja nos pregunta a la otra señora y a mí dónde vamos. “Son sólo dos viajeras, pero una va con bici”. La otra señora le dice que ella está con su marido que se ha quedado cuidando las maletas, así que somos 3.

Cuando cuelga me dice que el tren en el que va a poder montarse la otra señora y su marido ni siquiera para en mi pueblo, así que ni con bici ni sin bici, no me monto en ese tren. No me queda otra que esperar hasta las diez de la noche.

Ni una disculpa, ni una mínima muestra de empatía. Y como he visto situaciones parecidas, le explico a la otra señora, ante el silencio de los dos empleados de renfe en el mostrador, que además como lo que tenemos es un bono y no hemos pagado por este billete en especifico, ni siquiera tenemos derecho a ninguna bonificación. Que tampoco nos merecemos una disculpa no hace falta que se lo diga, sí le hace falta que le diga que clientes, que ya no somos viajeros, somos clientes, dando igual que compremos billete individual o bono, renfe está demostrando con cada avería y cada retraso que no le merecemos el más mínimo respeto.

Lo frustrante es el esfuerzo que ya hace alguien que tiene coche, en no cogerlo, y en su lugar se hace dependiente de 4 trenes en todo un día. Lo frustrante es que esto no merece la pena, que pareciera que mientras ‘mandos’ ‘más arriba’ se han esforzado en poner esta idea de los bonos en práctica para que usemos el transporte público, gente ‘medios mandos?’ o ‘mandos más intermedios’ están teniendo un éxito abrumador empujando a la gente a que vuelva a viajar en coche.

Gracias, RENFE, gracias ADIF , antes de que os paséis una pelota tan asquerosa, agradezco a ambas.

Y esto, amigues, es lo que ocurre cuando los partidos que toman el poder por turnos, acuerdan la fragmentación y gradual privatización de lo que en su día fue una empresa pública de ferrocarriles.

No sé qué compensación sea posible si no hay la monetaria. Nadie me devuelve la clase de francés que me he perdido, ni la reunión sindical que me he perdido, ni la reunión con amigas que me he perdido, ni ninguna de todo el resto de horas que me ha robado renfe, ni la dignidad que me ha robado el empleado de la estación de Burgos cuando se ha reído de mi.

No sé cómo se compensa un maltrato por parte de una empresa que se supone que presta un servicio público

Rampart. La okupa

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Rampart

Cada acontecimiento o proyecto social, tiene tantas versiones como personas que participan en él.

Mi propia versión personal del Centro Social de Rampart sería que nació, junto con muchas otras okupas en 2004, debido a la necesidad de alojar a cientos de asistentes al Foro Social Europeo y las alternativas adyacentes.

Las reuniones para la preparación de dicho foro sí reconocieron la necesidad, y el problema de acoger a un número tan grande de personas en la ciudad más cara del Reino Unido, probablemente de Europa.

Pero la posibilidad de alojarlos en okupas fue mofada sin piedad en las reuniones del FSE.

Banda ancha

Es 2006. Algunos de mis amigos tienen banda ancha / broadband / internet alta velocidad en casa, pero la mayoría de nosotros todavía estamos utilizando acceso telefónico. La primera vez que me encontré con la banda ancha fue en una okupa privilegiada. Habían logrado mantener la casa durante aproximadamente una década. Diferentes generaciones de okupas, pero lo suficientemente estable como para pensar en compromisos a largo plazo. Ellos también se las estaban arreglando con una conexión telefónica a internet.

“¿Quién está usando el Internet!”

Bienvenidos (al centro de detención)

Nos encontramos en la estación de metro y montamos en el tren hasta el final de la línea Picadilly. Son rubios, confiadamente ingleses hasta el punto que vuelvo al lugar donde no entiendo la conversación que ocurre a mi alrededor. Durante una fracción de segundo todos me miran y aprovecho para hacer mi pregunta:

Reunión de visitantes

George es mi contacto en este nuevo asunto de NoBorders. Nos reunimos en un bar en la zona 2 para tomar un café. Me pareció raro tener una conversación individual sobre el voluntariado tomando un café, pero cuando veo a George está en una mesa hablando con unas cinco personas. Todos nos presentamos y luego ellos reanudan la conversación, que parece estar en la etapa del viaje al centro de detención, en alguna parte de la zona 6. (nota debajo)

The Guardian

Mi primer día en The Guardian. Algo así como el día introductorio.

Un chico alto que parece que será mi supervisor pasa demasiado tiempo explicando cómo se clasifican, etiquetan y formatean los artículos, listos para subirlos al sitio web. También tengo que leerlos y descubrir errores que puedan haberse colado por las varias capas de sub-edición. Estos son artículos que ya se han enviado a las imprentas; cualquier corrección sólo aparecerá en la versión online.

Hogar londinense

Vivo en una casa compartida en Londres. No conozco a nadie que viva solo en un piso. La mayoría de la gente que conozco se ha mudado a casas ya habitadas con extraños. Parece más fácil simplemente encontrar una habitación en el tipo de casa que te gusta que juntarse con amigos, decidir buscar el mismo tipo de alojamiento y luego una vez encontrado, distribuir las muy diferentes habitaciones entre gente que es, en principio, similar.

Charla sobre Palestina en Zaragoza

Se necesitan un montón de correos electrónicos y llamadas telefónicas, para organizar una charla en otra ciudad. Mi amigo J.M. tenía una visita que hacer en Zaragoza y estábamos organizándonos para ir allí juntos. Pero ahora hay tanta nieve que ha cancelado la visita. Yo no puedo, o no quiero cancelar esto. Puedo quedarme tirada en algún lugar en medio de la vía del tren. Pero tengo que tratar de llegar allí el día que hemos programado porque si no lo hago, entonces la oportunidad se habrá pasado. Tal vez otro año. Pero siempre puedo intentarlo un año más, siento la necesidad de hacer que esto suceda esta vez.

Contandolo

De vuelta en Europa, es tiempo de Navidad, por lo que no es del todo volver a la normalidad. Aún no.

Curas y privilegios

Tengo que pasar unos días más en Jerusalén. Que no puede calificarse como tiempo en Palestina, ya que como he mencionado en esta entrada anterior, Jerusalén ya no es considerada Palestina por nadie que vive allí, a pesar de los «esfuerzos» de la «comunidad internacional» para hacerla una ciudad compartida entre dos países … de los cuales sólo existe uno.