Llevamos varios días en Yanoun, un pueblo cerca del Valle del Jordán. Se
llega por una carretera muy estrecha que sale de Aqraba. El día que
llegamos tuvimos que bajarnos en Aqraba y esperar a que un taxi nos
llevara hasta allí. Mientras esperábamos, un grupo de hombres que estaban
sentados junto a la carretera nos preguntó de dónde somos y luego uno de
ellos nos trajo un par de sillas, una para cada uno, para que no
tuviéramos que esperar de pie. Verdaderamente un detallazo.

Luego se nos acerco un hombre mayor, con el pañuelo como Arafat. Primero
le preguntó a J su procedencia, luego le preguntó: “y su compañera, de
dónde es?” J me dejó que contestara, también un detalle. Luego la
conversación siguió por derroteros político-religiosos. Le preguntó a J si
cree en Dios y J le dijo que no era religioso. El hombre no entendía que
alguien no pudiese creer en Dios. Le hizo a J unas cuantas preguntas
tratando de entender este hecho y luego me preguntó a mí; cuando le dije
que sí, respiró aliviado. Supongo que pensaría, “bueno al menos no son los
dos”.

Después le preguntó a J qué había estudiado. El le dijo que hasta la
secundaria. El hombre insistió, así que entendimos que se refería a la
universidad. “No, yo no he ido a la universidad”, le contestó J. Cara de
no entender del hombre. “Pero todos los americanos van a la universidad.
Por qué tú no has ido a la universidad?” “Vengo de una familia pobre.”
“Pobre?” El hombre se rascó el pañuelo de la cabeza como diciendo “a ver
si lo entiendo”. Nosotros le miramos algo divertidos. “Pobre en América?”
(pero es que hay pobres en América?”) Ahí nos mordimos el labio inferior J
y yo. Le explicamos que en América, y en todo el mundo, hay pobres, no
solo en países como este. Sospecho que el hombre se quedó sin entenderlo,
sin creernos o las dos cosas. Esta gente ha estado viendo gente
extranjera, sobre todo de los EEUU, durante muchos años, gente que ha
venido en solidaridad, como nosotros. La buena consecuencia de esto es que
saben distinguir entre gobiernos y gobernados. La mala consecuencia es
que, teniendo solo contacto con la gente que venimos, se han ido haciendo
a la idea de que todos los habitantes de EEUU han ido a la universidad,
porque todos los que han conocido procedentes de EEUU han ido a la
universidad. Así que ahora se encuentran con la muy diferente historia de
J, que se ha pasado dos años trabajando ni sé las horas y ahorrando para
poder venir aquí, y que nunca ha ido a la universidad, y todas las
imágenes aprendidas de tantas y tantas historias personales de la gente
que han conocido se van por la ventana.

Después J, en su vena periodística, le preguntó por el suceso de hace unos
días. Nos dijo que el hombre era familiar suyo, primo creo recordar.
Estaba en sus tierras cogiendo uvas cuando se le acercó un colono, un
hombre armado. El campesino cogió una piedra instintivamente para
defenderse (a los palestinos no se les permite tener armas ni siquiera en
su casa, y no pueden andar con cuchillos o navajas por la calle, mientras
que los colonos van con metralletas de las grandes colgadas del hombro).
El colono le debió de chillar algo así como “Qué haces en mis tierras” y
el campesino le dijo que esas eran sus tierras, que su familia las ha
tenido por generaciones, y que había venido a recoger las aceitunas como
todos los años. El colono le chilló de nuevo diciéndole que esas tierras
son suyas por derecho divino, puesto que lo dice la Biblia, y que el
campesino no tenía ningún derecho a pisarlas. En este punto el campesino
tiró la piedra al suelo, lejos del colono, y entonces el colono, con la
culata de su rifle, le dio en la cara muy fuerte, haciéndole una herida
grande, y el campesino tuvo que ser llevado al hospital. “Lleva diez días
en el hospital”, nos dijo el hombre de Aqraba que nos contaba la historia.

Cuando el taxi vino por fin, devolvimos las sillas y nos despedimos del
hombre, primo del que estaba en el hospital. El nos ofreció su casa para
que viniéramos a comer cuando quisiéramos, pero, siendo nuestra función
estar en Yanoun para evitar en lo posible episodios como el relatado, no
hemos podido aceptar su ofrecimiento.

El taxi nos llevó por una carretera estrechita pero recién asfaltada. Nos
dirían más tarde que antes era un camino (me imagino que un camino de
cabras como los que ya hemos experimentado), hasta hace solo dos meses,
cuando un banco de Arabia Saudí financió las otras de asfaltado.

Una vez en Yanoun, se nos explicó la situación al menos por encima. J ha
estado ya aquí, ayudando en la recolección de aceitunas. El pueblo está
situado en la ladera de un monte, que a su vez está rodeado de otros
montes, dejando un valle por el que discurre la carretera. El asentamiento
de colonos judíos se extiende por los tres montes, aunque no se ve ninguna
casa habitable desde aquí. Todo lo que ven los habitantes de esta aldea
son las garitas de los soldados, y algunos barracones, en los dos montes
de los lados, de forma que son observados desde la derecha y desde la
izquierda, según se mira hacia el valle. Por la noche se encienden focos
potentísimos que caen sobre el pueblito, para que los soldados puedan
controlarlo (y probablemente también los colonos, dadas las estrechas
relaciones que existen entre ellos, colonos y soldados). En cuanto a las
calles en sí, la iluminación es muy pobre, pagada también a base de
caridad.

Los límites por los que podemos caminar, internacionales incluídos, están
claros. Internacionales y palestinos solo podemos ir hacia Aqraba, por la
carretera o por las tierras a su derecha, no las de la izquierda. Así que
por la montaña de la izquierda no podemos ir. En el monte de la derecha
hay una casa de una familia palestina que es el límite, no se puede ir más
allá de ella. Y, monte arriba, unas rocas son la “frontera”. Si no
respetamos estas normas, nos podrían disparar desde las garitas.

Resumiendo, la función de los internacionales es dejarnos ver y tener
contacto con las familias del pueblo, y avisar a no sé qué autoridades
según veamos colonos armados, yendo hacia el pozo (que han envenenado
antes ya) o hacia el generador eléctrico nuevo (el viejo, que lo habían
pagado las Naciones Unidas, lo destrozaron e inutilizaron).

En un país normal sería suficiente llamar a la policía para que estos
fanáticos parasen de hacer estas barbaridades, pero aquí, los soldados que
están en las garitas detendrían a los palestinos si se les acercasen para
pedir ayuda, y probablemente les dispararían si se encarasen con los
colonos mientras éstos destruyen las cosas que necesitan para vivir – toda
su agua viene de ese pozo.

A, que ha estado aquí una temporadita, nos contó la historia de un hombre
que iba andando por la carretera a Aqraba y se le acercaron dos soldados.
Le dijeron que fuese a la otra parte de la carretera pero se negó,
sabiendo que los palestinos tienen prohibido ir a esa parte. Los soldados
insistieron y él oyó decir a uno de ellos que lo primero que había que
hacer si obedecía e iba a la otra parte de la carretera era retenerle y
llamar a la policía para que le arrestara por ir a la parte prohibida de
la carretera. El insistió en que no podía ir a esa parte de la carretera,
y le detuvieron. Nos contó mas historias como esta pero no las puedo
recordar todas, y sería demasiado aburrido leerlas todas.

Con este proyecto hay alguna organización israelí que está en contacto,
como “Rabíes por los derechos humanos”. Cuando nos explicaron todo esto,
entendí que uno de ellos se ha puesto a disposición de este pueblo para
cualquier emergencia, incluso por la noche. Esto es porque si llama un
palestino o un extranjero a las autoridades no le hacen ningún caso; pero
es distinto si quien llama es israelí.

Hasta ahora no ha pasado nada de importancia, lo que hace pensar a algunos
coordinadores que la presencia nuestra aquí no es tan imprescindible…
pero, de nuevo, si no pasa nada precisamente es por nuestra presencia
aquí. Empiezo a sospechar que debemos de ser bastante incómodos para estos
judíos ortodoxo-fanáticos, que no pueden continuar aterrorizando a la
población palestina como quisieran simplemente porque “hay unos
extranjeros que sacan fotos y vídeo de las violaciones de los derechos
humanos”. Menudo fastidio. Por si fuera poco,casi todos los habitantes de
esta aldea, que se habían marchado hace dos años gracias a hacerles la
vida imposible, por culpa de estos extranjeros han vuelto a las mismas
casas de donde se marcharon.

El pueblito en sí es precioso, aunque hace más viento y frío que en los
demás sitios donde he estado. Mirado desde abajo, las casas casi se
confunden con la roca, de hecho apenas se distinguen si no sabes de
antemano que están allí.