Se necesitan un montón de correos electrónicos y llamadas telefónicas, para organizar una charla en otra ciudad. Mi amigo J.M. tenía una visita que hacer en Zaragoza y estábamos organizándonos para ir allí juntos. Pero ahora hay tanta nieve que ha cancelado la visita. Yo no puedo, o no quiero cancelar esto. Puedo quedarme tirada en algún lugar en medio de la vía del tren. Pero tengo que tratar de llegar allí el día que hemos programado porque si no lo hago, entonces la oportunidad se habrá pasado. Tal vez otro año. Pero siempre puedo intentarlo un año más, siento la necesidad de hacer que esto suceda esta vez.

Nunca he visto tanta nieve en tantos kilómetros. Es una suerte que no se cancelara el tren. Alguien, gente, ha tenido que trabajar durante horas para despejar los carriles de toda esa nieve que ahora puedo ver a los lados.

La charla está programada para las siete de la tarde en el Centro Social Autogestionado. No está ocupado, no es una okupa. Me entero de que es alquilado y que los voluntarios que trabajan aquí pagan una contribución mensual para el alquiler. Y me maravilla el compromiso. No creo que esto sea posible en Londres. No sólo porque los alquileres allí son lo que son … Tal vez sí. Supongo que si vives con tus padres y no necesitas pagar el alquiler del dormitorio puedes ahorrar algo de dinero para contribuir a tu centro social. Si vives en una habitación que se lleva tres cuartas partes de tu sueldo, con contratos de trabajo y de alquiler que apenas contemplan una semana de aviso, el dinero que queda se reserva para la siguiente mudanza y depósito. Pero al menos okupar no es una ofensa criminal y algunas personas están dispuestas a vivir okupando; el resto de nosotros estamos dispuestos a aportar nuestro tiempo de voluntariado a centros sociales okupados. Pero aún así la generosidad personal de toda esta gente me asombra.

El centro social tiene dos áreas. Lo que primeo se ve es el espacio abierto con escritorios y sillas y ordenadores. Un poco como el hacklab en Rampart. Al fondo, en lo que pudo haber sido la parte posterior de la tienda, hay una zona más tranquila. La biblioteca. La gente se afana, soy la visita del día y la habitación ha sido reservada para mi charla. Los hackers intentan hacer que mi cámara de video «hable» con los ordenadores Linux. Hablan en castellano, pero apenas los entiendo. Sí, un problema para toda otra charla. Cómo el hardware corporativo no habla bien con el software libre. Otras personas colocan las sillas en un círculo, moviendo algunas mesas a un lado.

Mi charla consiste en el proyector que muestra algunas de las imágenes que tomé en Palestina y luego yo hablando. Las maravillosas actividades de propaganda de este colectivo han traído una veintena de personas a escucharme. A medida que la charla avanza, unas pocas personas se van, llegan algunas más. Al presentar algunas de las situaciones, algunas ponen los codos en las rodillas y la cabeza en las manos. Algunas cierran los ojos y sacuden la cabeza. Algunas lloran.