Tengo que pasar unos días más en Jerusalén. Que no puede calificarse como tiempo en Palestina, ya que como he mencionado en esta entrada anterior, Jerusalén ya no es considerada Palestina por nadie que vive allí, a pesar de los «esfuerzos» de la «comunidad internacional» para hacerla una ciudad compartida entre dos países … de los cuales sólo existe uno.

Siguiendo instrucciones, paso un día entero de descanso, poniendo en orden mis pensamientos, y, sobre todo, deshaciéndome de papeles con nombres y direcciones. Detalles de lo que realmente he estado haciendo. Porque, para las autoridades israelíes, que me permitirán salir del país mañana – o no – lo que he estado haciendo constituye ayudar a terroristas.

Voy a misa en la iglesia a la que fui cuando llegué a Jerusalén (palestina. llegada) y hablo con el cura guipuzcoano otra vez. Necesito recoger una bolsa que dejé en su casa para viajar un poco más ligera.

Me invita a comer, en la casa parroquial. Los otros sacerdotes sienten curiosidad por lo que he estado haciendo. Hay uno de América, que comenta la posibilidad de que mi bolsa tuviera algo ilegal. Como una bomba. El guipuzcoano y yo hacemos bromas, pero nos mira receloso, probablemente pensando «dos vascos en Palestina no puede ser cosa buena».

Me hacen todos preguntas sobre lo que he visto, comparando con lo que ellos mismos han visto en el pasado, y el americano dice al final:
«Si los árabes consiguieron el poder, probablemente harían lo mismo que los israelíes están haciendo ahora».
«Y entonces yo habría venido llegado por ellos en lugar de por los árabes»
«Sólo los has conocido un par de meses.»
«Lo que he visto es que están siendo privados de su dignidad. Humillados cada vez que siquiera se ponen la la vista de cualquier soldado o colono israelí. Sé que eso no les hace buena gente necesariamente. Les hace gente necesitada y está dentro de mis creencias cristianas de debo usar mi privilegio de la manera en que lo estado usando para ayudar «.

Por privilegio me refiero a esto:

«Todos nosotros, que hemos estado en zonas de guerra y ocupación como ‘observadores de derechos humanos’, ‘escudos humanos’,’activistas solidarios’ o lo que sea, de Palestina a Irak, de la India a Kosovo, desde puntos de control a campos de refugiados, de acciones de frontera a centros de deportación; tenemos que admitir que tenemos la respuesta a por qué nuestra sangre se considera más valiosa que la de los millones que se enfrentan a las máquinas de guerra y capitalismo indiscriminadamente. Nuestra piel blanca, o nuestra afiliación con gobiernos blancos del Norte, es nuestro pasaporte para ser dignos de seguir viviendo, o al menos crea un miedo a la disidencia mundial. Un mundo que es tan racista como los propios gobiernos».

Qursana
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