La cámara estaba enfocada al centro de la habitación, donde las niñas estaban. Los adultos miraban la escena, embelesados. La mayor con su vestidito rosa, haciendo sus gracias. La pequeña apenas un bebecito, miraba a su hermana con admiración y probablemente con envidia, porque en un momento en que la mayor se dispuso a subirse al taburete, ahí saltó la pequeña, robándole el centro de atención sin proponérselo.

A la mayor no pareció importarle, y se qudó ahí mirándola como el resto de espectadores.

Para entonces solo existía la pequeña princesita para la cámara. Y el cámara en un momento de pánico recordó que su trabajo era enfocar a las dos.

Rebobinó, y vio aliviado que, aunque el ojo humano solo había registrado a la niña pequeña siendo niña pequeña, la cámara lo había registrado todo.

Quiso explicar su pánico y dejó que las niñas vieran las imágenes grabadas. La pequeña no podía escuchar, ella seguía en el taburete siendo el centro de atención.

Te voy a decir lo que ha pasado con honestidad brutal, niña, lo mereces y mejor te lo explico yo a que te des cuenta de peor manera. Ahí estas haciendo tus gracias, siendo niña, y eres la reina. Pero luego viene tu hermanita y te quita el taburete. Y desde ese momento, tú serás muy reina, porque lo eres, eres la reina del lugar, pero tu hermana es la princesa. Y en esta sociedad, mijita, las personas mayores prefieren a las princesas.