Cada vez que veo a L jugar con el móvil de su mamá, pienso en lo diferentes que son las infancias de la nueva generación y la mía propia. Yo tardé en ver un ordenador por primera vez en mi vida quince años, y unos cuantos más en ver un móvil. Aprendimos a utilizar la tecnología a medida en que se hizo disponible; los niños hoy empiezan a tocar estas cosas desde el primer día.
Supongo que mis mayores tuvieron similares reflexiones cuando nos veían crecer frente al televisor.