J y D se quedan en casa mientras que A y yo vamos a la escuela a las 9. Al parecer hay una clase de inglés a esa hora. Resulta que no, así que me las apaño con una de árabe. Esta es la clase de los mayores; el año que viene tendrán que ir todos los días a Aqraba para ir a la escuela secundaria.

Hay tres clases en esta escuela. Parece que aquí no usan electricidad; probablemente por eso será que la escuela empieza a las 7 de la mañana y termina a las 12, para coger las mejores horas de luz. Las ventanas son agujeros cuadrados en la pared (nada de cristales) y las puertas se quedan abiertas por la luz y por comodidad, pues la cocina está al otro lado de esta clase.

El profesor enseña dos cursos en cada clase, a la vez. El único ordenador de la escuela está en esta clase. Imagino que será todo un acontecimiento cuando lo enciendan.

También hay niños de Yanoun de Abajo, que vienen en el bus-furgoneta que también lleva a los mayores a Aqraba para la escuela secundaria.

Al mirar por la clase veo unas cuantas cajas con el logo de Unicef. Y los niños tienen todos el mismo modelo de cartera, y sus libros tienen pinta de ser bastante viejos excepto el de inglés y el de matemáticas. El libro de inglés se abre como se abren todos los libros occidentales, no como los abren aquí, y su título es «English for Palestine». Imagino que todo este material, la tiza, los libros, las carteras… vienen de alguna organización internacional como UNICEF o alguna institución como Intermón OXFAM.

Durante el descanso A quiere jugar al fútbol con los niños y nos dirigimos al patio de juego, que consiste en la carretera y una explanada junto a ella. Los profesores le dicen que se quede y él me mira – la invitación se supone que me incluye aunque no me lo dicen porque nos hablan a los dos a través de él, como es culturalmente mandatorio. La comida consiste en un plato de aceite, otro de humous y pan para untar. Y, por supuesto, té.

Preguntan de dónde soy y al decírselo dicen que la furgoneta que trae y lleva a
los niños se compró gracias a alguna caridad desde España y Francia. Y el profesor de inglés dice que los niños de este pueblo tienen mejor nivel que en Aqraba, gracias a su contacto diario con internacionales. Además, empiezan a aprender inglés desde el principio de la escuela. Recuerdo que yo sólo empecé a aprender inglés con once años.

Después del descanso es la clase de inglés. La técnica es mucho más «oral» que como me enseñaron a mí – y aún hoy enseño -, que parece mucho menos académica, pero es mucho más útil, a juzgar por el nivel de inglés de la mayoría de los jóvenes que nunca han salido del país (principalmente porque las autoridades israelíes se lo prohíben).

Luego nos vamos a casa y vamos a visitar a otra familia. Parece que A las conoce a casi todas. Dice que es mejor visitar a cuantas sea posible, porque es nuestra presencia y su conocimiento de esta presencia lo que les hace sentirse seguros.

Nos sentamos alrededor de unos cuantos fuegos frente a otras tantas casa y, en la última, una mujer, con un vestido negro largo y con la cabeza cubierta, se sienta cerca de la puerta, fuera del círculo, y me mira. Le sonrío y entonces me pregunta «eres buena con el inglés?» Sentada como estoy entre dos
norteamericanos y un inglés, no puedo decir que lo sea, así que le digo de broma “soy buena fingiendo”. Ella continúa muy seria y, sin pestañear, pregunta, “ayudarías a mi hija”. Le digo que sí y me invita dentro de la casa, dejando a todos los hombres fuera y juntándome a mí con sus hijas y sus hijos pequeños. La sala de estar consiste en un mueble pequeño con los libros y cuadernos de los niños en sus baldas y una tele encima, un armario con mantas y colchones en el suelo. Los niños se sientan en alfombras o en los colchones finos mientras ven la tele o hacen los deberes, todos en la misma habitación.

La madre me presenta a la hija a la que tengo que ayudar y las dos nos sentamos mientras la madre desaparece a la cocina. Las hermanas parecen de parecida edad y hablan inglés casi como si fueran nativas, así que me pregunto en qué me iban a necesitar exactamente. Ella me dice que de hecho no ha preparado la lección de hoy porque tiene un examen mañana, y me pregunta si podría venir mañana después del examen.

Le digo que así lo haré y la madre, que ahora se ha puesto un chándal moderno y lleva el pelo en una coleta, me invita a la cocina para comer. Hay verduras frescas y falafel en la mesa. Me dice que ella misma hace al falafel y cuando ambas comemos me da todas las bolas que han quedado para que me las lleve a casa. Me reúno con el resto fuera de la casa y en unos momentos los internacionales nos vamos a casa. Mañana dos de nosotros se marcharán a otro sitio que nos necesita.