Me despierto antes de que amanezca y salgo del cobertizo. El ambiente, la atmósfera, es muy parecida a la de cualquier país mediterráneo justo antes de amanecer. Desde detrás de unas montañas algo lejanas sale un poco de luz, pero el sol está aún oculto detrás de ellas. La luz es de un color muy especial naranja-verde en el cielo que se vuelva más azul por encima de las montañas, en el cielo.
Lentamente aclara y las estrellas desaparecen en la luz del día. El aire es deliciosamente fresco y limpio. Vuelvo al cobertizo y encuentro fuera a J., que ha salido también a ver amanecer, y ahora vuelve, listo para preparar el desayuno para todos.

Mientras preparamos el desayuno juntos, acordamos que deberíamos pedir a O. que nos lleve en coche para salir de los «dominios» de este asentamiento y luego ponernos a disposición de donde sea que se nos necesite, ahora que hay gente de EAPPI que está tomando posición aquí.

Empiezan a salir todos del cobertizo a la llamada del olor de comida y desayunamos. O. nos llevará a su casa y podremos usar su lavadora y su ducha. No esperábamos este gesto ni por asomo. Va a ser el lujo del mes. ¡Ducha y lavadora!

Así que después de desayunar nos despedimos y nos montamos en el coche, porque O. tiene que volver a casa y de ahí a trabajar.

En un coche con matrícula israelí y con un ciudadano israelí al volante, pasamos por la puerta sin ningún problema. O. es libre de elegir la puerta que más conviene para ir a la ciudad donde vive. Rápidamente llegamos a una carretera israelí, muy similar a cualquier autovía española, sólo que con colinas a ambos lados, como si hubieran cortado una pequeña montaña por la mitad para construir esta carretera. O. explica que hacen esto cuando construyen las carreteras por las que sólo se va a permitir circular a ciudadanos israelíes, para que no puedan ver las condiciones en las que el gobierno israelí hace vivir a los palestinos – con sus «carreteras» de cabras, los «vehículos» que se les permite conducir, y los cobertizos que usan como casas después de los derribos.

Una vez en su casa, nos deja usar su internet, su lavadora y su ducha. Esto nos prepara para nuestro próximo viaje. Mañana J. y yo vamos a un pueblo en las montañas, al norte de Nablus, donde pasan cosas horribles, según nos cuentan… Hace algunos años los colonos del asentamiento ilegal que se estableció justo al lado de la villa les echaron a base de aterrorizarles, sobre todo por las noches. Les invadían el pueblo de noche, destruyendo cuanto podían en el tiempo que pasaban en el pueblo, les envenenaron el pozo, única fuente de agua para todo el pueblo y les quemaron el generador de electricidad, que les había donado la ONU. Apedreaban a cualquiera que se pusiera en su camino y hubo un asesinato. Los habitantes escaparon del pueblo y hubo mucha atención mediática local e internacional, pero, sabiendo que en cuanto ésta desapareciera se iban a ver abocados a la misma situación de terror, sólo accedieron a volver al pueblo con la condición de que hubiera en todo momento una presencia internacional. Normalmente EAPPI provee esta presencia continua, pero estos días tienen una reunión de toda la gente «destacada» en Palestina y todos quieren acudir. Así que se nos ha pedido que «cubramos» Yanoun mientras ellos están en esta reunión. Es nuestra nueva «misión».