Mañana es sábado. Como parte de las prohibiciones del Sabbath de toda clase de trabajo, el conducir les está prohibido a los judíos estrictos. Durante un día entero cada semana, los palestinos corren el riesgo de ser víctimas de israelíes armados andando por la calle.
Siendo como es la festividad judía semanal, es el día en que la calle se llena de colonos que van de un asentamiento ilegal al otro, con tartas en las manos y ametralladoras a las espaldas, en una especie de procesión, todos con sus pantalones negros, sus camisas blancas, sus sombreros negros, sus barbas y sus tirabuzones. Puesto que van andando, no conduciendo, por la barriada de los tan odiados palestinos, y andando se tarda mucho más que conduciendo, también tienen ese tiempo más para acosar y aterrorizar a los palestinos.

El resultado es que los palestinos han aprendido a temer los sábados en este barrio, y hacen todo lo posible para pasar el día en cualquier otra parte o encerrados en sus casas. De hecho, todos los palestinos aquí han hecho lo que han podido para pasar el resto de sus vidas en otra parte. Los que quedan están aquí sólo porque realmente no tienen ningún otro sitio a donde ir.

A mí también me han enseñado a temer el sábado. Ya desde hoy estamos cambiando nuestros planes diarios para mañana: estaremos todos más alerta y los descansos serán más cortos. Los grupos que pueden permitírselo envían a más gente a las calles como «refuerzos». Los grupos que no pueden, como el nuestro, simplemente se aseguran de que no envían a nadie solo a ninguna parte.

Todas las noches me acuesto rogando que el día siguiente sea al menos tan ausente de violencia como el que acaba, aún oyendo los pitidos de los coches en la lejanía, como si fuera ya un sueño, y recordando cómo es de bonita la ciudad al otro lado del control-ataúd, y realmente se siente muy, muy lejana en medio de este ambiente de opresión y ahogo, y duermo intentando imaginar lo que estos colonos sentirían si pudieran comprobar lo hermosa, multicolor y alegre que la vida puede llegar a ser sin ellos. Aunque supongo que ya lo debieron sentir, cuando vieron el mercado en la parte vieja y lo destruyeron y echaron a todos los palestinos de allí, y ahora es una ciudad fantasma, pero eso es historia y puede ser leído en otros escritos.