Hoy nos vamos a ayudar con la recogida de la aceituna. La familia a la que
vamos a ayudar tenía permiso para recoger ayer pero no hoy, así que vamos
por si aparecen los soldados o los colonos; quizás se pueda razonar con
ellos. Lo alucinante de la situación es que estamos hablando de sus
propias tierras. Si no tienen un permiso oficial por cada día que quieren
o necesitan entrar en sus propias tierras, los soldados, o los colonos,
pueden dispararles y matarles, y no tendrían ninguna culpa porque ‘ellos
se lo estarían buscando’, al entrar en ‘unas tierras’ que están cerca del
asentamiento judío sin permiso. Por supuesto, nadie se toma el riesgo, y
muchas familias se pasan años sin entrar en sus tierras, con lo cual
recogen la aceituna cuando ocurre que tienen permiso, no cuando está en su
punto necesariamente; van y la recogen como esté, si está, y si no está a
esperar al año siguiente y aguantar, porque los permisos no son
automáticos. Lo que los colonos y armada están usando bastante es una ley
según por la cual si alguien no visita sus tierras durante un número
determinado de años se entiende que no le interesa esas tierras y por
tanto cualquiera se las puede apropiar. O sea: amenazas a alguien hasta
conseguir que no vaya por sus tierras por peligro de morir y luego te
quedas con sus tierras con la excusa de que no las visita. Esto es lo que
se está haciendo en Palestina.
Nos levantamos pronto y a las 8 cogemos un taxi que nos lleva al final de
la carretera, al pie de un monte. Desde allí seguimos subiendo a pie. A lo
alto de la montaña se ven unas casas y algo más abajo una especie de
barracones. Lo de arriba es el asentamiento judío, lo de más abajo el
asentamiento militar. Estos asentamientos parece que se construyen siempre
en lo alto del monte para que se domine con la vista (y con algo más) los
pueblos palestinos a ambos lados del monte.
La recogida se hace a mano. Se ponen unas mantas en el suelo alrededor del
árbol, y la gente arranca aceituna por aceituna, echándolas a la manta. Si
la familia en cuestión tiene posibles, como esta, se pueden poner
escaleras de madera contra las ramas para alcanzar las más altas. Algunos
de nosotros se suben a los árboles sin ayuda de escaleras, incluso la
señora de esta pareja se sube, con sus faldones y sus chancletas, es
alucinante que puedan subirse a los árboles como se suben, o doblarse en
el suelo, con sus aparejos y sus malos zapatos.
A las dos o tres horas de empezar la vemos a la mujer quemar unas ramitas;
ha puesto unas piedras alrededor de la diminuta hoguera y sobre las
piedras una tetera. Al cabo de un rato nos llama para tomar un descanso y
nos encontramos con una verdadera comilona pan caliente, té, humous,
aceite, yogurt, zalata, aceitunas… unos diez platitos de los que untamos
todos el pan; así se come en esta tierra, parece. Nadie tiene un plato
individual, todos untamos nuestro pan en los platitos, uno cada vez.
De vuelta al trabajo; cuando hay muchas aceitunas en la manta, lo que
hacemos es sentarnos en el suelo para separar las aceitunas de las ramas,
para meter solo aceitunas en unos sacos blancos en los que caben unos 50
kilos. Después esos sacos irán a parar a la espalda del burro, que espera
pacientemente a unos metros de los últimos olivos que se esperan trabajar.
Hacemos unos diez árboles y descansamos otra vez, también con comida.
A lo alto de la ladera donde estamos trabajando no se ve el asentamiento
de los colonos, pero de vez en cuando se oyen voces. En un momento, el
hombre de la pareja palestina a la que estamos ayudando, que está
encaramado en lo alto de un árbol, ve unos hombres judíos que se acercan a
sus campos. Lo principal es lo que quieran ellos que hagamos así que le
preguntamos. El tiene un momento de vacilación. No tiene permiso. Se ha
pasado un día entero trabajando en su campo, y el fruto está aún en los
sacos, en el suelo. Si esos hombres son colonos, pueden robarle el fruto
del trabajo de hoy, o el burro, o las escaleras, o todo ello, sin tener
que responder por ello. Al final nos dice que prefiere marcharse. Le
ayudamos a recoger todo rápidamente, pone los sacos sobre el burro y
bajamos con ellos hasta su poblado. Nosotros seguimos nuestro camino hasta
el sitio donde nos puede recoger un taxi, al principio de la carretera.
Por suerte este señor no ha perdido más que unos diez minutos de trabajo.
Los colonos puede que no nos hayan visto, o puede que fuesen simples
guardas de seguridad que hacían su ronda y no querían robar nada ni
acosarles, pero es imposible saberlo, especialmente cuando se está en esta
situación tan vulnerable. Mañana vendremos aquí de nuevo.
Nos montamos en el taxi y pasamos por un pueblito. Hay hombres muy mayores
sentados fuera de sus casas, algunos pasean. Todos tienen puestos sus
‘caffias’ en la cabeza; un pañuelo como el que llevaba Arafat. Todos lo
llevan blanco con rayas y cuadros blancos; me dicen que los colores tienen
significado político. El negro lo llevan los simpatizantes de ‘fatah’, que
debe de ser un partido político. El rojo los del PLFP (probablemente
Partido del Frente de Liberacion Palestina); el rojo los de Hammas.