Nos levantamos pronto y, después de hacer el macuto rápidamente, vamos a una ciudad donde se necesita ayuda para recoger aceitunas. Hacer el macuto a prisa es muy, muy mala idea. Se olvidan cosas importantes.
No es que se necesite mano de obra barata para cosechar; es que aquellos que tienen tierras cerca de asentamientos colonos israelíes reciben un serio acoso por parte de los colonos. Varios campesinos han sido apaleados y también se les han robado cosechas una vez recogidas, hasta los burros que usan para transportar las aceitunas al final de un día de trabajo.
Nos reunimos con algunos internacionales más allí y nos llevan por un ‘tour’ al campo de refugiados donde vamos a hospedarnos, cerca de la ciudad. Los niños nos paran diciendo “hola” en inglés, o “como te llamas?” probablemente sin saber exactamente lo que están diciendo; los hombres viejos sonríen o simplemente nos miran y algunos niños más mayores nos gritan “bienvenidos!”. Veremos estas reacciones, especialmente de los niños, cada vez que salgamos a la calle en este sitio.
De hecho hay varios, puede que diez, campos de refugiados alrededor de esta ciudad. Alojan a algunos de los desplazados de los años 40 y 70, gente palestina que habían estado viviendo aquí durante un buen puñado de generaciones y que fueron desalojados masivamente de todo Israel para hacer sitio para los judíos que volvían de la diáspora. Empezaron teniendo que vivir en grandes tiendas de campaña y ahora viven en casas demasiado pequeñas para estas grandes familias. Es alucinante cómo en estas terribles circunstancias la gente ha seguido teniendo hijos, y además tantos por familia. Las escuelas y los hospitales los lleva una agencia de las Naciones Unidas pero hasta ahí es donde llega la intervención de las Naciones Unidas.
El campo entero, que se parece a cualquier pueblito pequeño, está lleno de pinturas y fotos de ‘mártires’, hombres y niños que han sido matados por soldados o muertos en cárceles. Rara es la familia que no tiene un miembro en la cárcel o bien matado por el ejército.
En la mitad del ‘tour’, el ‘guía’ recibe una llamada de teléfono diciendo que hay movimientos militares en las montañas del norte. Parece que hay dos hombres heridos y uno desaparecido. Necesitan que sean internacionales quienes busquen a estos hombres en las montañas porque si van palestinos solos a las montañas a buscar, los soldados simplemente les dispararán. Saben esto por experiencia y la excusa que la armada ha dado en el pasado es que pensaban que eran terroristas, porque por supuesto si alguien sube a una montaña, solo puede ser un terrorista.
Cogemos todos taxis para ir a la zona montañosa donde se han producido los movimientos. Los taxis no pueden avanzar demasiado deprisa porque las calles están bastante abarrotadas, sobre todo con hombres jóvenes. Algunos de estos miran dentro de los taxis y ven que hay extranjeros dentro. Los que saben inglés nos dicen “bienvenidos”, y otros simplemente nos saludan. Da la impresión de que saben para qué estamos aquí, y el agradecimiento se siente en el aire. Una vez allí, se nos comunica que los dos hombres heridos están ya en el hospital y que el desaparecido podría estar herido.
Nos bajamos de los taxis y encontramos el lugar en silencio, sin movimientos, sin vehículos, no parece que hubiese nadie por la zona. Continuamos subiendo por un atajo, siempre subiendo, subiendo, y continuamente llamamos el nombre del hombre, “Mohamed!” y “Internacionales!” o “Médicos internacionales!”. Decidimos que no es buena idea usar luces que podrían atraer la atención de soldados, porque no estamos seguros de que no vaya a haber soldados aún escondidos por la zona. Ya es de noche pero la luna nos ilumina el camino y no necesitamos linternas.
Llegamos a la carretera y la seguimos hasta que la encontramos cortada por una barrera hecha de rocas; el ejército corta carreteras de esta forma para “hacer el movimiento más difícil para los terroristas”. En realidad el movimiento es hecho más difícil para el resto de la gente, desde quienes van a sus trabajos (quienes tienen la suerte de mantener uno) hasta los servicios de emergencias, como ambulancias.
Decidimos separarnos en dos grupos; uno seguirá subiendo por el camino y el otro bajará por la ladera, por donde hay vegetación donde podría estar el hombre escondido. Yo me voy con el grupo que sigue hacia arriba y al cabo de unos minutos, se nos une un hombre. Es el tío del que andamos buscando – en realidad el hombre desaparecido es un chico de 14 años. Se une a la búsqueda y después de doblar un recodo y subir unos cien metros más, uno del grupo dice, “ahí está”, señalando a unas piedras. Algunos hombres, incluido el tío, identifican al chico y gritan y lloran y le abrazan. Alguien dice “miradle el pulso” pero otro replica “está bien muerto”. Al levantarle, su cabeza cuelga y sangra en abundancia. Uno le lleva a hombros y otro llama al otro grupo; las ambulancias están ya esperando abajo en el punto donde no pueden avanzar más por culpa de la barrera formada con piedras.
Los médicos se llevan el cuerpo del chico y a nosotros nos dicen que nos quedemos en esta parte de la barrera de piedras. Una mujer occidental que ahora vive en Palestina nos dice que, si vamos con el tío – ahora está con más miembros de la familia – y nos ven ligeramente afectadas, se olvidarán de su propio duelo, y nos servirán hasta que nos vean satisfechas, con té y comida, tan grande es su sentido de la hospitalidad, y sin importar lo afectadas que estén ellas. Así que nos quedamos en la otra parte de la pared de rocas hasta que la familia se mete en una de las ambulancias y se va al hospital.
Algunos de nosotros entonces volvemos a la montaña porque se nos dice que podría haber otro hombre escondido en la zona, puede que herido. Después de unos quince minutos se nos dice que efectivamente, está herido y ya en el hospital. Damos la búsqueda por finalizada y volvemos a casa.
No sé cuántas más noches voy a dormir habiendo repasado todas estas imágenes como los últimos pensamientos del día. La secuencia de acontecimientos se repite en mi cerebro. Las imágenes que tengo son muy claras, considerando que era de noche; podría incluso recordar las caras de la gente. Pero luego, desde el momento en que vi el cuerpo, estas imágenes son en blanco y negro en mi cerebro. Y entonces recuerdo a un palestino diciendo algo así como “bien, lo que ha pasado es terrible, pero así es nuestro día a día, él está ahora en paz, y está bien, desafortunadamente no es el primero, es el … ciento y pico…” y otro corrigiéndole “mucho más que eso”.