Es comúnmente aceptado entre palestinos e israelíes que Jerusalén está en Israel, no Palestina. Esto es contrario a resoluciones de la ONU y acuerdos posteriores, pero las normas y costumbres impuestas por Israel así lo has establecido. Los palestinos que no tienen permitido viajar a Israel no pueden ir a Jerusalén. Y como controlan que los palestinos no viajen a Jerusalén? Con controles miltares, checkpoints.
Así que lo primero que te encuentras cuando sales de Jerusalén hacia los “Territorios Ocupados”, como se permite nombrar a Palestina en círculos “oficiales”, es un chekpoint. Hay uno según se entra a Belén en el sur, y uno, en Qalandia, según se va hacia Ramala en el norte. Habrá más pero yo he pasado por estos dos.
No se permite pasar por el checkpoint de Qalandia a coches palestinos. Lo que, imagino, significa, entre otras cosas, que si un palestino quiere huir del apartheid que se ha impuesto en Jerusalén por Israel, llevarse su coche o sus muebles con él no es una opción.
Por supuesto se puede pasar por esto. Te montas en un taxi, lo dejas en el lado del checkpoint por el que llegas, y luego coges otro taxi al otro lado. Normalmente hay un montón de taxis al otro lado – en esta ocasión no se me ocurre sacarles fotos, estoy demasiado concentrada en intentar entender a todos los que nos hablan y en seguir al grupo…
La cantidad de taxis y viajar en grupo hace un poco más fácil no pagar demasiado por la segunda parte del viaje. Pero sí que intentan aprovecharse de los occidentales, puesto que nos ven como una especie de dinero andante.
Lo siguiente que se nota al cruzar la “frontera” entre Israel y Palestina, o cuando entras en los “Territorios Ocupados”, como se llama de momento, es la diferencia en la calidad de las carreteras.
El conductor nos dijo que al otro lado de esos terraplenes está el muro, pero lo han hecho de tal forma que los israelíes, que son los únicos que pueden conducir por esta carretera, no lo ven.
Pero, sobre todo, los escombros y basuras, en todas partes, pero sobre todo en los checkpoints. Me parece a mí como otra forma más de humillación.
Me uno a un grupito de internacionales aunque lo de hoy será solo una introducción. Lo primero que hacemos es salir de viaje. Por primera vez he visto el Muro del Apartheid y es realmente horrible. Por
donde nos ha traído el taxi, que era como el del aeropuerto, de los que no salen si no están llenos, no era tan alto como había imaginado, probablemente ‘solo’ 5 o 6 metros. Lo peor es la sensación de destrucción a su alrededor, parecía como si aun estuvieran construyendo la carretera.
Me enteraré más tarde de que en realidad están ‘destruyendo’ la carretera.
Cuando llevamos unos cinco minutos viendo escombros a un lado y muro en el otro, la carretera se separa del muro y a nuestra izquierda veo una especie de control policial donde se para a los coches un ratito y luego se les deja pasar. Dentro de un rato se me explicará que la gente con ‘pase’ israelí puede pasar el control sin problema, pero la gente sin ese pase (especialmente palestin*s) no puede pasar por este control en coche.
Así que el taxi nos para, casi inmediatamente después de este control que veo en dirección contraria, para que caminemos hasta el otro lado del
control y allí cojamos otro taxi si hay. Se nos dice que ésta es la última parada. Cogemos nuestros bártulos y vamos andando junto a unas verjas.
Hay soldados por todas partes chequeando a todo el mundo; observo a mi alrededor y mi vista se para en un soldado que está empujando a un chico que parece palestino, contra la verja. Le golpea varias veces y luego le deja en paz. El chico no parece herido y sigo caminando; de hecho no parece que nadie se haya percatado del pequeño suceso.
Llegamos a una pequeña explanada donde hay un montón de taxis y todos nos llaman a voces. Todos somos conscientes de que lo que les atrae de nosotros no son nuestras caras bonitas, sino nuestra pinta de extranjeros y para ellos un extranjero significa dinero fácil.
Dentro de unos días iré a ayudar a recoger aceitunas, que me han dicho que es muy bonito, por la actividad en sí y porque la sola presencia internacional hace que familias enteras puedan recoger las aceitunas de sus propios olivos, pues en circunstancias ‘normales’ la presión y acoso de militares y colonos hace la tarea imposible.
De Qalandia llegamos a Nablus, y nos quedamos en un campo de refugiados llamado Balata.
Del campo viajaremos a la tierra de algunos campesinos para ayudar en la recogida de la aceituna.