M* y su hijo tienen suerte de que ella puede permitirse estar con él todo el día, aunque el precio a pagar, aunque no en dinero, es alto, como el de todo lujo. Otras familias no lo tienen, y el resultado es un panorama muy triste de niños que yacen en sus camas, solos, con sus caritas indescriptiblemente entristecidas.
Imagino a sus padres atrapados en trabajos difíciles donde cogerse unos días libres para estar con el hijo simplemente no es una opción, y decidir que el niño enfermo debe ser una prioridad, dejar del trabajo por un día con la esperanza de que el “Job Centre Plus” no considere que se han quedado en el paro a propósito, es un riesgo que no pueden permitirse. O atrapados en un piso alquilado que ya está en riesgo de desalojo, o simplemente con más niños que alimentar.
Llega una visita por la tarde y me recuerda a lo que dije hace algunas semanas, sobre la la bocanada de aire fresco que es una nueva llegada para una estancia algo recargada. Esta vez soy yo la visitada y es verdad que anima la atmósfera.
M*: si la gente incluida en este blog quiere que se la conozca por un nombre, que me diga con qué nombre.