Mi sitio favorito desde el que patrullar es el sitio donde me encontré a D. cuando llegué. El sitio es bueno porque desde aquí vemos, al mismo tiempo, el control militar en forma de ataúd a la derecha, y el asentamiento ilegal israelí, o por lo menos a los colonos que saldrían de él para acosar violentamente palestinos, a la izquierda.
Estamos en una calle que usan los palestinos para ir a la escuela, que está justo encima del asentamiento colono, en el monte. La usan también palestinos que viven cerca de esa escuela, para ir al trabajo, a otras escuelas, o de compras, pues todas las tiendas están cerradas aquí, en la parte «palestina» de Hebrón. Y también la usan los colonos para conducir (o, los sábados, caminar) desde un asentamiento hasta el otro, y para apalear, apedrear … y en general acosar a los palestinos y hacerles la vida imposible puesto que, en su opinión, no son mejores que animales, alimañas que han invadido ilegítimamente el territorio que les dejó Dios en herencia.
La calle está completamente abandonada porque el gobierno israelí no permite que las tiendas se abran. Los tratados internacionales firmados por, entre otros, los E.E.U.U., Israel y la Autoridad Palestina, establecen que todas estas tiendas deben estar abiertas. De hecho, establecieron que debían abrirse en el plazo de seis meses desde la fecha del tratado.
D. me dice que, desde entonces, cada seis meses, un soldado va al extremo de la calle, junto al control-ataúd, y pone un pedazo de papel debajo de una piedra. En ese papel dice siempre, en hebreo solamente, que las tiendas seguirán cerradas otros seis meses. Así que, después de varios años de «tratado», las tiendas permanecen cerradas, y el tratado violado.
Una pareja joven, formada por una chica colona y un soldado israelí, se acerca por la calle. Van cogidos de la mano pero en cuanto nos ven se sueltan. D. me dice que el gobierno israelí siempre niega que haya conexión alguna entre colonos y soldados, y lo que acabamos de ver es un ejemplo más de esa mentira.
Me cuenta entonces que rutinariamente ven a los colonos hablar con los soldados como si fueran familiares, y que alguna vez han visto a soldados dejar que los colonos «jueguen» con sus armas apuntando a palestinos y haciendo bromas.