Al parecer, contrariamente a lo que se me dijo cuando la incluimos en el Financial Crimes, es verdadera (la original está aquí; esto es mi traducción):
‘Una noche, probablemente en 1880, Juan Swinton, entonces preeminente periodista de Nueva York, fue el huésped de honor en un banquete dado lo por los líderes de su gremio. Alguien que no conocía ni la prensa ni a Swinton ofreció una brindis por la prensa independiente. Swinton escandalizó a sus colegas contestando:"No hay tal cosa, en esta fecha de la historia del mundo, en América, prensa independiente. Ustedes lo saben y yo lo sé. No hay ninguno de ustedes que se atreva a escribir sus opiniones honestas, y si lo hicieran, saben de antemano que nunca aparecería impreso. Se me paga semanalmente para guardar mi opinión honesta fuera del papel con el que estoy conectado. A otros de ustedes se les pagan similares sueldos por cosas similares, y cualquiera de ustedes que fuera tan absurdo como para escribir opiniones honestas estaría en la calle buscando otro trabajo. Si yo permitiera que mis opiniones aparecieran en un solo número de mi periódico, antes de veinticuatro horas habría perdido mi."La función de los periodistas es destruir la verdad, mentir, pervertir, para vilificar, para adular a los pies del gigante, y para vender su país y su raza por el pan suyo de cada día.“Ustedes lo saben y yo lo sé, así que, ¿qué locura es ésta de brindar por una prensa independiente? Somos las herramientas y los vasallos de los hombres ricos tras el escenario. Somos las marionetas saltarinas, ellos tiran de las cuerdas y nosotros bailamos. Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas son propiedad de otros hombres. Somos prostitutas intelectuales."’ (fuente: La historia no contada del trabajo, por Richard O. Boyer y Herberto M. Morais, publicado por United Electrical, Radio & Machine Workers of America, NY, 1955/1979.)