Por fin mañana me voy de Jerusalén con dirección a Palestina; aunque la
verdad ni siquiera sé a dónde voy. Abandono esta vida que no deja de ser
de absoluta comodidad por algo totalmente desconocido. No tengo ni idea de
lo que voy a necesitar, ni siquiera sé dónde voy a estar. Me han dicho que
las ciudades de Palestina son como Jerusalén solo que más sucias. Así que
me llevo algo de jabón y una toalla sin saber si podré usarlos. También me
llevo ropa de abrigo y las sandalias, sin saber qué necesitaré.
Y, total, eso es lo de menos. No sé tampoco cuándo voy a poder volver a
Jerusalén, ni tampoco si querré volver, pero eso es otra historia. Lo
único que sé es que, si vuelvo, no quiero volver al hostal donde se están
quedando A. y todos los internacionales. Allí hay demasiado bullicio y la
gente bebe porque beber parece que es sinónimo de descansar. A mí me
apetecía quedarme en el hotel donde viven los curas estos, que además me
encanta la zona, pero ahora me ha dicho C. el precio de las habitaciones,
y la verdad, es bastante prohibitivo. En fin, si solo voy a estar los
últimos dos días o así, merecerá la pena porque necesitaré descansar y
pegarme varias buenas duchas.
Me siento muy triste, es esta sensación de que se acaba una etapa que
parecía muerta pero ha sido importante, una etapa que aunque ha sido
cansada (caminatas de 5 o más horas casi todos los días) ha sido muy
fácil; consistía simplemente en andar, observar y aprender.
Aprendí en la visita al Muro de los Lamentos con ayuda de la guía
turística por supuesto que los lamentos son por el templo perdido, que
ese muro es lo único que les queda de su lugar sagrado entre lo sagrado y
que en el lugar donde antes estaba su templo hay ahora una mezquita, o
varias mezquitas, o una mezquita más la Cúpula de la Roca. Así que en
cuanto a los judíos respecta, los musulmanes les han quitado, les están
quitando, la posibilidad de reconstruir el templo en el único sitio donde
puede ser reconstruido. Pero aunque en otras épocas era lo frecuente
simplemente expulsar a poblaciones enteras, no dejarlas entrar más y
destruir sus lugares santos (lo hicieron los romanos con los lugares del
sepulcro y crucifixión de Jesús, lo hicieron luego con el templo judío, en
dos ocasiones, se ha hecho en infinidad más con otros lugares santos y
ahora hay estas mezquitas en el lugar del templo), ahora no es posible
hacer eso, simplemente echar a los musulmanes y luego destruir su mezquita
para construir un templo. Quizás Israel (o sea su gobierno) lo que está
intentando sea limpiar el país de musulmanes para luego decir que total la
mezquita estaba vacía y por tanto no tenía sentido que siguiera en pie;
quizás un hipotético gobierno musulmán querría hacer lo mismo con los
judíos. El caso es que parece que algunos judíos sueñan con un Israel
libre (de otros poderes, de otras religiones) y algunos musulmanes sueñan
con una Palestina libre (de otros poderes, de otras religiones).
Después de estos días en los que todo mi mundo estaba delimitado por los
muros de la Ciudad Antigua de Jerusalén, parece que todo este ‘problema
palestino’ se resume en esa mezquita levantada en suelo que para el pueblo
judío es santo ha sido invadido por esa otra religión que ha plantado
ahí su mezquita y eso no está bien, deberían simplemente desmantelar esa
mezquita y dejarles a ellos levantar un templo donde dejar un espacio
Santo de Santos en el mismo lugar donde un día descansó el Arca de la
Alianza. Esto para los judíos. Pero para los musulmanes este sitio es
santo también porque Mahoma ascendió a los Cielos desde la Roca, que
además es la roca a partir de la cual el resto del mundo fue construido,
así que los judíos deberían construir el templo en otro sitio, si quieren,
y si no, que se sigan lamentando en la otra parte del muro.
En el periódico de hace unos días que alguien se ha dejado en el hostal
hay una entrevista a un tal Moshe Amirav, que ha escrito un libro sobre
cómo cambiar la administración de Jerusalén, y parece que él tiene está
misma teoría. Dice que la solución de Palestina/Israel pasa por la
solución del Monte del Templo, y pone como ejemplo la administración
actual de la iglesia del Santo Sepulcro, donde cada confesión tiene
asignadas sus horas de culto y procesiones, rigiéndose por un acuerdo que
impusieron al parecer los turcos. Hay dos llaves de entrada a esta
basílica y cada llave la guarda una familia local. Todo esto lleva
establecido al menos cien años y parece que no funciona del todo mal; la
única pega es que el tal decreto también dice que las cosas han de
mantenerse como están y debe de haber problemas cada vez que hay que
cambiar una bombilla, o una silla de sitio.
La diferencia a no olvidar es que en la iglesia del Santo Sepulcro todas
las confesiones son cristianas, y en el Monte del Templo hay dos
religiones que aunque aceptasen que tienen el mismo Dios, son bastante
diferentes. Hay una frase que me gusta especialmente de este tío, que
aunque es de los que sueñan con un Estado libre, es capaz de dialogar con
gente del ‘otro lado’ que también quiere un Estado libre, ambos
reconociendo que hay que ser pragmáticos, dialogar y ceder para que se
pueda convivir en paz; porque lo importante al final quizás no sean tanto
los derechos que se adquirieron hace cuatro mil años para perderlos hacer
dos mil como las necesidades actuales de los fieles.
Como mi último día en Jerusalén, decido visitar la Torre de David. Tiene
bastante buena prensa porque tiene un museo de historia de la cuidad
dentro, desde su creación hasta ‘ahora’.
Dentro del museo hay varias cosas interesantes; yo por lo que entro es
exclusivamente la historia de la ciudad, que está dividida en varias salas
de la torre, cubriendo cada una un período de esa historia, con grabados,
dibujos, montajes videográficos… pasando de una sala a otra por una ruta
marcada para que parezca que vas por un juego de pistas. En realidad es
una buena manera de ir asimilando lo que has leído y visto, mientras vas
andando por las piedras y almenas. También se enseña una película que
personalmente me deja con la siguiente impresión: mientras en Europa se
construían ciudades y villas allí donde pasaba un río o al menos una
fuente de agua, Jerusalén la crearon porque vieron un montón de piedras y
dijeron, bueno ya que están aquí, hagamos casas con ellas. No se, es la
impresión que te deja la peli que te enseñan. Lo peor es que termina la
peli diciendo que Jerusalén es la capital de Israel. En fin.
Lo que más impresiona es la maqueta de la ciudad tal como estaba en el
siglo 19 (debería poner XIX); ya estaba toda la ciudad vieja, tal y como
está ahora; le ha pasado como a Bilbao (y supongo que a casi todas las
ciudades europeas); en el último siglo ha crecido exponencialmente, fuera
de las murallas. Disfruto como una enana identificando los lugares en los
que he estado y admirándome de mi capacidad de caminar y al final me fijo
en la enorme extensión del ‘Temple Mount’, o Monte del Templo, donde antes
se levantaba el Templo. Es más de la cuarta parte de la superficie de la
Ciudad Vieja. También hay un grabado de como estaba el Templo en tiempos
de Jesús, y en fin dice que era uno de los edificios más grandiosos de
todo el Imperio Romano, o sea compitiendo con el Coliseo romano. Y es
totalmente creíble cuando se recuerda la altura que tiene hoy día el Muro
de los Lamentos, y la explanada esa enorme de la mezquita. El grabado en
cuestión presenta el Templo con enormes escalinatas a los lados y enormes
columnas, con la gente que parecen hormiguitas trajinando. Y todo este
templo lo derruyeron los romanos dos veces.
También se puede subir a lo que es la torre, que casi es más un compendio
de almenas. Las vistas son impresionantes.