Cuando llegué a Londres, Angel fue la primera zona donde viví – o, como he oído de algunos viejos londinenses y leído en “Oliver Twist”, de Dickens, “The Angel”. De hecho viví allí bastante tiempo, un año y medio, que es mi récord de permanencia en una dirección. Recuerdo una campa grande rodeada por muro. Cada vez que volvía del mercado localveía esta pintada en la pared:

DON’T PAY POLL TAX (no pagues el impuesto “poll tax”)

No tenía ni idea de qué significaba eso en aquel entonces, y puesto que no conocía a nadie, nadie me lo podía explicar.

Algunos
años más adelante una amiga me contó lo de los “poll tax riots”, frase
hecha para referirse a las semanas de protestas y disturbios que hubo
en contra de un nuevo impuesto que Margaret Thatcher introdujo y que
demasiada gente se negó a pagar para hacerlo sostenible. Esto fue justo
antes de la caída política de la Thatcher. Pero para cuando me contaron
esto yo ya había olvidado la pintada, puesto que no había significado
nada en su momento.

Unos años más tarde conducía yo un coche
lleno de gente por esa misma calle, y uno de los ocupantes se fijó en
la pintada, sorprendido y divertido ante el hecho de que permaneciera
allí después de los años.

Hoy caminé junto a ese muro otra
vez. Cambiaba de un autobús a otro, pero al llegar a ese tramo mi
cabecita había viajado en el tiempo cinco o seis años atrás y venía de
Chapel Market, Upper Street, Stoke Newington o Hackney, contenta de
llegar a casa después de un largo turno de trabajo o de una caminata.
Trabajaba en un bar o en un restaurante en Upper Street, después de
aprender que la diferencia entre un trabajo cerca de casa y un trabajo
lejos puede equivaler a la diferencia entre comer caliente o no. La
mayor parte del tiempo durante mi vida en Angel no tuve dinero para
transporte, así que iba andando a donde hiciera falta, siempre sola,
siempre en silencio, con la perspectiva de llegar a “casa”, es decir a
un cuarto increíblemente pequeño en una residencia de mujeres, otra vez
sola, otra vez en silencio. Así que, para cuando llegaba a la pared,
estaba deseando oír, o leer, cualquier clase de palabra humana.
Entonces encontraba estas palabras en la pared, “do not pay poll tax”,
y me preguntaba, "por qué quiere alguien que la gente no pague ese
impuesto en concreto?" pues ya entonces pensaba yo, que todos los
impuestos son malos: mientras trabajé de camarera se me descontaba en
concepto de impuestos la cuarta parte de un salario pagado por horas,
así que echaba buena parte de la culpa de no vivir con dignidad, en un
cuarto decente con una cocina decente, a los impuestos.

Hoy
volvieron a mi estómago todas estas sensaciones, sobre todo la del
silencio. Y he mirado a las palabras en el muro y estaban emborronadas
unas con otras, como si alguien hubiera querido borrarlas. Quizá la
próxima vez que pase por esa calle ya no quede ninguna letra.